La estatua

Había empezado a andar, pero había algo que le hizo darse la vuelta y mirar hacia atrás. Su liso pelo marrón bailaba en su cara pegándosele a los labios y cubriéndole la vista de vez en cuando. Un hombre mayor, completamente encogido, apoyado contra una fuente en el medio de una plaza, había atrapado su mirada. Él la miraba, pero no la veía. Sus ojos, dos bolitas de cristal. Todos los caminos que el hombre había tomado en su vida se dibujaban en su rostro. Sus labios temblaban sin poder hacer ningún sonido. Su cuerpo como si no tuviera músculos ni huesos.
En la plaza había niños corriendo tras una pelota, gente pasando en bici, una pareja
paseando mano cogidos de la mano, vendedores ofreciendo productos desde animales domésticos hasta betún para los zapatos, como si fueran el invento del siglo.
Gotas del mar se deslizaban por la cara de la mujer; ella las saboreaba, las tragaba y su
cuerpo estremecia. Se envolvía en sus propios brazos, los dedos le pasaban por la piel, era inexistente. Era tan fina y delicada que cuando hacía viento podía sentir los dientes del aire en su carne, y en esos momentos siempre se mordía los labios y dejaba de respirar por un instante.
Estaba mirando fijamente al hombre mientras el día se cambiaba por la noche y la noche por el día. La época del calor y el sudor dio paso a la de la lluvia y el viento que cubría la plaza con las hojas de los árboles.
Cada vez quedaba menos gente en la plaza, pero ella ni si quiera se había percatado; sin embargo, ellos sí que habían notado su presencia. Los vendedores se habían acercado para vender sus productos, las abuelas habían llegado con varios platos de comida y los habían puesto bajo su nariz, los niños le habían cogido las manos y algunos, más malos, la habían usado como portería para su partido de fútbol. La nieve vino y el agua de la fuente se congeló. La gente de la plaza iba con abrigos gordos, gorros, guantes, pantalones largos y gruesos.
La piel de la mujer aún seguía descubierta, pero había cambiado su color, que se había vuelto grisáceo, y su textura, que se había tornado áspera y seca para adaptarse y defenderse del tiempo severo. Ya no sentía el calor ni el frío ni el viento ni la lluvia, ya no sentía nada.
De repente el aire trajo el olor del nuevo nacimiento. Los pájaros empezaban a cantar, el sol sonreía más y la plaza se llenaba de gente de nuevo. Y la mujer continuaba ahí. Le llamaban la estatua. Nadie sabía a qué miraba tan fijamente y cada uno inventó su propia historia. Algunos decían que su marido había muerto ahí en la fuente; otros creían que debía de haber hecho algo muy malo, quizá había sido infiel o había matado a sus propios hijos, y estaba ahí para pagar por sus pecados; otros pensaban que no habría hecho nada, sino que se encontraba paralizada por algún dolor. La mujer era el gran misterio de la plaza, pero todos la habían aceptado tal cual era.
Algunos todavía se acercaban; otros, ya no; los niños se habían cansado de jugar con ella. Hasta que un día, cuando el sol ya gritaba de calor y los abanicos habían salido de los cajones para volar por la plaza en las manos de sus dueñas, uno de ellos se le acercó, le cogió la mano e, inesperadamente, los dedos de la mujer se movieron.
“¡Se mueve!”, gritó el desconocido.
La voz corrió por toda la plaza hasta llegar a todas las casas. La gente se juntó y la rodeó para comprobarlo. Susurraban sobre el misterio de la mujer y discutían sobre ello.
“No se mueve”, aseguró una mujer gorda.
“Sí se mueve”, la contradijo otro, “Mira sus párpados.”
La mujer gorda abrió la boca de nuevo pero los demás la hicieron callar, antes de que pudiera decir algo. La gente se empujaba para tener el mejor sitio y la mujer ya no volvió a moverse.
“Vaya aburrimiento, mirar esta estatua es malgastar el tiempo”, se quejó uno mientras escupía.
Cabizbajos, empezaron a abandonar lentamente la plaza. Todos menos una niña que rodeó con los brazos la cintura de la mujer y apretó la mejilla contra su vientre. Al hacerlo, sintió como su vientre se hinchaba y deshinchaba por la respiración. De repente sintió como algunas gotas le caían sobre el pelo y miró hacia arriba. La mujer tenía los ojos aguados. La niña le besó el vientre, desenvolvió los brazos de su cintura y corrió hacia donde los otros niños estaban jugando. La mujer miró hacia la niña y después hacia el lugar donde había estado mirando durante todo aquel tiempo y donde no había nada. Ahí estaban todos aquellos rostros que no había visto desde hacía tanto tiempo. Se envolvía de nuevo en sus propios brazos, sus dedos acariciaron la piel suave, blanda y gruesa a la vez. Cubrió su vista con los párpados y suspiró fuerte. Todo el movimiento en la plaza se había parado por un instante y cuando la mujer abrió los ojos se encontró frente a frente con las personas de la plaza. Habían dejado de hacer sus actividades. Nadie sabía qué hacer y qué decir hasta que una mujer mayor le sonrió y le dijo con los brazos abiertos” Bienvenida”. Su a voz fuerte y calida resonó por la plaza. Todos asentaron la cabeza, se sonrieron y se miraron como si estuvieron brindando.
Ella miró a cada una con una sonrisa tímida. Abrió la boca para decir algo, pero ningún sonido salió de ahí. Puso la mano al cuello, carraspeó y aún así no podía decir nada. La garganta, el paladar, la lengua eran como un desierto sin vegetación. Carraspeó de nuevo y dijo “sed “,con una voz tan baja, que casi nadie le había oído , salvo la mujer mayor.
La mayor se le acercó y le dio la mano. Por un momento no se movieron , estaban así cogidas de la mano mirando a la fuente hasta que la joven movió los pies con mucho cuidado y se dirigieron hacía ella. A mitad de camino la mayor le soltó la mano suavemente y asentó la cabeza. La joven caminó sola hacía la fuente. Todo la plaza la miraba. Tenía mucha sed, le parecía que no había bebido nada durante años. Abrió el caño de la fuente lentamente y puso la boca debajo, dejó que el agua le mojara la cara, el cuello, los hombros hasta su vestido y bebió hasta que ya no podía beber más.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Que alegria encontrarme este magico relato que por un momento te lleva de la mano...
Lo senti todo, menos la sed...
Aupa!!!
Maisa Sally-anna Perk ha dicho que…
Gracias desconocido por tu feedback... tenías razón del final... no funcionaba. Creo que ahora esta mejor... por el menos lo he intentado.
Muchas gracias de nuevo. Critica constructiva siempre esta muy bienvenida!

Entradas populares